15 de julio de 2025

Por Damián "Puma" Gaspari

“Tristezas de la despedida” de Ricardo Ríos es un nuevo lanzamiento de Editorial Imaginante, ya está disponible en todos los canales de venta y distribución de la editorial. Hablamos con su autor al respecto y lo conocemos…

¿Cómo nace la historia del libro?

La verdad es un proyecto de hace muchos años. Lo pensé en 2007 con uno de mis compañeros que ya no está. Lo empecé a escribir en pandemia, le empecé a dar forma, porque tenía bosquejos de lo que quería armar. Se fue haciendo de a poco, fue tanto lo que disfruté escribiéndolo que me daba pena terminarlo. Disfruté cada paso del libro.

“Tristezas de la despedida” tiene mucho que ver con la región de Berisso y La Plata…

Así es. Yo nací en La Plata el 5 de febrero de 1960, y a los 3 años nos fuimos a vivir a Berisso. A medida que pasó el tiempo hice la primaria en María Auxiliadora y la secundaria en el viejo Industrial de Berisso, la ex ENET Nº 1 Ingeniero Emilio Rebuelto, hoy cambió la dependencia de Nación a Provincia y el número.

¿Por qué escribir sobre esa etapa de tu vida?

Porque fue una etapa de mi vida, creo no llegar a equivocarme, y de mis compañeros, inolvidable. El libro surge con Gustavo Campaña, mi amigo, mi hermano del alma que falleció. Nos juntábamos y siempre recordábamos esas anécdotas que están expresadas en el libro. Hay otras, por supuesto, que me las he olvidado. Recuerdo mi paso por el industrial como algo inolvidable. Algo que marcó mi vida para siempre. Empezamos 140 alumnos y terminamos solo 22. El estar conviviendo, en doble turno, con la única obligación de estudiar, teníamos tiempo para pensar, hacer diabluras y las mil y una que hicimos en esa escuela industrial.

¿Cambió mucho a como era antes?

Te tenían cortito, el régimen era bastante estricto y se exigía bastante. Eso es algo que explico con nostalgia al ver hoy la mediocridad que hay en las escuelas. No digo que todas sean mediocres, pero la enseñanza en sí, es mediocre. La cultural general que teníamos de conocer historia, geografía y más, hoy no lo tienen.

Avanzó tanto la tecnología que al ser todo más fácil ya no hay investigación y búsqueda en libros…

Avanzó todo tan rápido, que por ejemplo, yo en 1978, se estaban vendiendo recién las calculadoras. No cualquiera podía tener una. Los exámenes eran todos en hojas de borrador, y luego pasabas en limpio en la hoja del examen para que esté más prolijo. Durante 32 años de docente vi en mis alumnos la falta de conocimientos básicos para poder ir a lo específico. Nosotros todo eso lo mamamos en la escuela industrial. Todo lo aprendimos ahí. Y yo no era de los que más estudiaba (risas).

Hay muchas fotos recopiladas en el libro ¿Cómo se reunió ese material?

Hay fotos que yo guardaba con mucho cariño, las había sacado cuando estaba en quinto y sexto año. Muchas las perdí también. Yo me había comprado una máquina de fotos marca Leduc, que sacaba solo en blanco y negro. Después me compré otra en color. Muchas de esas fotos integran parte del libro. Hay otras que me las consiguieron, gente relacionada con la escuela industrial. Y de internet saqué algunas de material histórico de la escuela. Hay fotos donde todos estamos mucho más grandes y son de juntadas posteriores a esa etapa escolar.

Te sirvió para recuperar vínculos con gente que no veías hace mucho tiempo…

Yo trabajé en la escuela industrial, mis primeras incursiones docentes fueron allí. Y tuve como compañero al “bocha” Vitiello, hoy es jefe de preceptores. Y gracias a él pude recuperar los nombres de la mayoría de los profesores. Yo me acordaba los apellidos de los profesores, pero no de los nombres.

¿El archivo sigue estando en la escuela?

El archivo sigue intacto en la escuela. Y me pasó algo cuando lo escribía, que mientras iba avanzando con el cuerpo del libro ya tenía escrito el epílogo final. Me salió del corazón, de ese grupo de amigos y la escuela.

Ya tenías en la cabeza como lo querías terminar

Ya tenía en la cabeza como terminarlo, y el resto lo fui incorporando después.

No solo hablás de la escuela, sino que de un momento de la sociedad en los años 70 en Berisso y la región…

Sí. Cuando terminé de escribir los primeros borradores los empecé a pasar a mis compañeros, y me iba nutriendo de los comentarios para ir haciendo alguna reforma. Se lo he dado a personas que no tienen nada que ver con la escuela y le ha gustado mucho porque lo han entendido, no hay partes confusas, incluso la chica que me lo corrigió me confesó que se había emocionado.

La facilidad de tener hoy el libro en formato digital permite que llegue a cualquier parte del mundo más fácilmente…

Más allá de que no hay nada más gratificante que tener un libro en la mano, es buena esa opción. El que tiene la oportunidad de sentarse con un mate, café, a leer un libro no se reemplaza con ningún dispositivo electrónico. A mi me permitió desde Mendoza a Berisso poder enviar el borrador del libro en PDF.

¿Va a haber algún ejemplar en la escuela?

Sí, claro. Yo tengo pensado, junto con mis compañeros y ya hable con autoridades de la escuela para presentarlo allí. Sería lo más lindo poder vivir ese momento todos juntos con mis compañeros, ex docentes, que todos los que estén puedan ir.

Pasaron más de 50 años ya de esa etapa…

Una etapa en la vida de las personas donde tener juventud es tener oro. Muchos quizá añoramos no haber hecho más cosas cuando fuimos jóvenes, pero cada etapa tiene sus cosas buenas y malas. Yo considero que haber vivido esa etapa de la juventud en la escuela industrial y con ese grupo de amigos merecía ser escrita, ser recordada, y que no muera en anécdotas que van pasando de padres a hijos, y de hijos a nietos porque se diluyen y se van perdiendo.

Es primera edición… ¿Hay chances de que haya una segunda?

Queda abierta esa posibilidad. Esa ventana está abierta porque quedaron muchas cosas en el tintero, en los laberintos del cerebro, hace falta otras persona que lo despierte y se pueda hacer.